Un extraño calambre me atraviesa los nervios,
subiendo lento a lento, como hecho de fuego, o de rayo.
Inanimáda, una psiquis sórdida en pena ,
se relame con ansias de despejar sus obstáculos.
Me encierro en mis pensamientos, fijando mis oidos, mis ojos, mi aliento;
soy sólo una entrega que nadie ha cobrado.
Saluda mi cuerpo un halo de gracia,
envuelve mis senos dos mil dedos palpando.
A quién desoriento?, son sólo mis manos!,
Y entre mis cavidades y mi alma desahuciada, nace a gritos, mi pobre orgasmo.
Pero estoy sola, nadie más en mí que esté sudando.
Y toda ésta escena triste, sólo para saberme sola, más que en un desierto desamparado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario