miércoles, 25 de abril de 2018

Siempre me pregunto cuál habrá sido el verdadero orígen de la monogamia y la fidelidad.
Intento repasar metódicamente la historia, y no encuentro fuente posible de tal acuerdo social que no me parezca un sin sentido, por lo menos, gracioso.

Supongámosle que apareciese entre los hombres primitivos, algún machote de pelos largos, con el corazón herido en una mano, y en la otra, el garrote; consternado de ver a una de sus mujeres u hombres cercanos entablar un vínculo permisivo, sintióse, tal vez, una precipitada ira y el más insondable deseo de morir.
Entonces, con los ojos empañados de abrupta congoja, enunció a su compañía, sea en aquellos tiempos, amablemente o por la fuerza, que a partir de ése momento, pretendía la totalidad de su entrega para sí mismo.

O tal vez, por el contrario, surgió más tarde, como un convenio capitalista, que propone al matrimonio una sociedad lucrativa sustentable para la comunidad,  en la que se aplica la dichosa "dos cabezas funcionan mejor que una".
En tal caso, jugarían distintos aspectos redituables, en los cuales impartir poligamia sería casi una cuestión de pérdida fiscal, más que un desacuerdo emocional.

De cualquier manera, tampoco sé por qué duele la viva imágen, real o ficticia, palpable o mental, del sólo pensar al ser amado junto a otro/a persona.
Duele porque significa pérdida de protagonismo?,
duele al corazón, al ego o a la conciencia?.
Duele por lo construído?, duele por las pérdidas?.

Duele por puro egoísmo?, duele a la celulitis, las arrugas, a la sonrisa vieja?,
duele al corazón desnudo, entregado a todo o nada al corredor de apuestas?.
Duele la quita de alguien que jamás fue mío?.
Duele lo inevitable del acto consumado por semejarse en tanto inapelable, a la muerte?.

O duele el arrojo al vacío de la soledad en sí misma?,
duele la metamorfósis a otra vida, prácticamente por imposición?
Duele la NO consulta de un movimiento, en aquélla rentable empresa?,
duele la carne, duele el bolsillo, duele la psiquis, o duele el ánima?.

Sin embargo, duele. No sabemos por qué. Entendemos bien por qué no debería.
Pero somos animales con consciencia. Mitad sangre viva, mitad racionalidad a cuestas.
Y aún sabiendo del dolor propio, y del impartido, nos debatimos entre la tentación del libertinaje, y la calma de la seguridad del nido.
Nos consume la traición, pero estamos permanentemente expuestos a la incitación de consumarla.

No la ejecutamos por principios?, no la ejecutamos por temor al búmeran de la vendetta?,
no lo ejecutamos porque podemos sentirnos satisfechos con la misma vida, toda la vida?,
no la ejecutamos por el "qué dirán?",
no la ejecutamos para no impartir dolencias,
no la ejecutamos por el sacramental mandato social?.

No la ejecutamos. Eso nos da entidad para hablar de los otros. Nos pone casi al nivel de Dios.
Tal vez ésa sea la razón más importante que da orígen a la monogamia, y la fidelidad;
la necesidad de poder hablar con criterio, y supremacía sobre los demás.


Natasha Gambetta.