jueves, 22 de septiembre de 2016

Madre hay una sola, y está sola.

Dormí, mamita, cerrá los ojos y dormí.
Buscalo allí, entre las glisinas del fondo,
buscalo dando la vuelta a la esquina,
quizás dejó tirada la bicicleta y se fué corriendo.
A dónde fue, ya no importa.
Buscalo adentro, adentro tuyo,
sentilo hablarte, como cuando lo llevabas en el útero.
Hablale, mamita, hablale para que te sienta,
hablale para que te peine las canas con el viento,
hablale para que se lleve volando tu blanco pañuelo.
Allí, en el estático ensueño, donde el recuerdo se mezcla con los anhelos,
allí estará por siempre escondido,
debajo de tu falta larga, y de tu celosa protección,
de donde jamás podrán arrebatarle la risa,
nunca más.

Natasha Gambetta

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