domingo, 20 de enero de 2013

Abro la heladera. Saco un postre casero y pienso.
Camino dos pasos a la computadora, dispuesta a comerlo, y veo.
Cosas blancas.
Se estará pudriendo.
Y pienso.
La vida debe ser algo más que mis uñas verdes, (muy de moda, por cierto).
Seguramente debe ser algo más que ser un rico aunque moribundo postre en descomposición.
A veces pienso que la vida es todo lo que puedo tocar en mi guitarra, pero entonces sería creer que es muy poca cosa.
Muchas veces comprendo todo en el momento de liberación cognitiva más elevado que consigo al estar en un escenario. Pero qué es eso?, Qué es un escenario?, si a veces ni siquiera existe.
Y entonces pienso, qué desnudez todo esto!!!
Qué desnudez mostrarles lo que vengo escribiendo, en la intimidad de mi angustia, de mi sexo, de mis logros o fracasos a oyentes indirectos que tal vez ni siquiera están interesados en escuchar, o mejor dicho en verme tirada sobre el suelo, rendida como una puta ultrajada en su juego, absolutamente entregada a sus más cruciales indiferencias.
Caminando de la heladera para acá, pensaba en eso de "la felicidad en los detalles", (en las pequeñas cosas, adjudico que debe ser). Pensaba, por ejemplo, que mañana por la mañana, en vez de matarme, iba a recordar a la actriz de la película que vi hoy, y al jugar un poco a imitarla, tal vez la rabieta unidireccional se me esparza por el aire.
La felicidad será lograr que los momentos de mierda se acumulen solos para un "más tarde"?

Mi nombre es Natasha, tengo 23 años, mido 1.55 y no me gusta esquivar el dolor.


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